Dicen que los blogs son páginas personales. Otros dicen que son herramientas periodísticas. La verdad, no sé qué son los blogs. He tratado de reflejar aquí algunas vivencias, he inventado algunas cosas, he puteado por otras tantas, qué sé yo. Hoy, este blog es más personal que nunca; por eso es que aquellos que tengan ganas de joder o bardearme, desde ya, les aviso, se pueden ir a la reputísima madre que los recontra re mil parió, ojalá se les pudra la concha de su vieja y del olor se tengan que pegar un tiro. Hecha la salvedad, los que quieran comentar y ayudar, bienvenidos sean. Porque no sé en qué momento, no sé qué pasó en ese segundo que medió entre ese "Adriana murió" que me descerrajó con todo amor y cuidado mi compañera, mi amor, la madre de mis hijos; digo, no sé qué medió entre esas dos palabras y este hueco de dolor que en este momento soy, del que sé que tendré que salir, pero no sé cómo.
Adriana, la flaca, el norte de mi vida, mi luz, mi mejor amiga desde hace 27 años, me dejó sin avisar, casi peleada conmigo pero, sobre todo, casi peleada con ella misma, con su propia vida.
Vi sus hermosos ojos verdes por vez primera el 23 de diciembre de 1981, en una cantina de la Boca, donde nos juntamos con compañeros de trabajo para despedir el año. Tenía unos pantalones blancos, remera negra y sandalias rojas. Y era, sencillamente, hermosa.
A las 4 de la mañana terminamos en la Academia, tomando como sólo se puede tomar cuando sos joven, y me descubrí diciéndole cada dos minutos, harto de alcohol: como te llamás? Adriana, me decía. Adriana, qué lindos ojos que tenés. Gracias, contestaba ella.
Me vio vomitar en el transitado piso de la Academia y vio como mi humanidad, ayudada por otro borracho, se trasladaba hacia el baño a seguir con la tarea.
Días después me confesaría: "cómo me iba a perder ser amiga de un tipo que vomita, delante de una mina, en el medio de la Academia!!!"
Y así fue, me invitó a su cumpleaños, el 28 de diciembre de 1981. Y nunca más nos separamos. Fue amor, estoy seguro, el más hermoso y puro amor que he sentido en mi vida. Nos escribimos cientos de cartas que nuestro amigo en común, Lucio, mi compañero de trabajo, trasladaba desde Ciudadela hasta Avellaneda.
Ahí están esas cartas, una sobre otra, soportando mis lágrimas. Ahí está ese juego que inventamos: TQM me puso en una carta. Era, obviamente, las iniciales de "te quiero mucho". YTTQM, fue mi respuesta. Y seguimos con iniciales hasta perder la cuenta hasta traducir algo así como "yo también te quiero mucho, pero mucho más que vos, porque además te extraño y entonces te quiero más todavía..." o algo así, después ya no nos pudimos traducir. De todas formas, ya sabíamos que había nacido entre nosotros el más puro amor.
Por ella conocí la amistad entre el hombre y la mujer. Y, como no la amaba, busqué a ella en otras mujeres. Y a veces la encontraba, y otras veces no. Hasta que un día, cansado, borracho, y momentos antes de una cita con una novia, la besé. Y me dijo: no mi amor, nosotros no, vos andá y ve a tu novia, besala y tratá de que no se dé cuenta que estás tan borracho. Pasaron muchos años para que, cada tanto, nos saludáramos o despidiéramos con un beso en la boca.
Nunca pude entender por qué, a pesar de haberla abrazado, de haberla llevado de la mano, de haber dormido juntos, pero nunca, nunca, me calenté con Adriana.
Pasamos por todas las etapas de nuestra vida, amores, frustraciones, desencuentros, peleas. Fue la hermana que nunca tuve. Bah, fue todo. Hasta la presenté formalmente en mi casa, como mi amiga. Mi vieja nunca me creyó que Adriana no era mi novia, que era sólo mi amiga.
Cuando se casó se fue a vivir a Misiones. Estaba enamorada pero no era feliz con la decisión de irse a vivir tan lejos, allá a Posadas. Me escribió y bastaron dos palabras: te necesito, para que me tomara el Singer, viajara una punta de horas y bajara en Posadas. Y ahí me esperaba, feliz de poder verme. El marido se fue de viaje y nos pasamos dos o tres días juntos, nos hablamos la vida, lloró, pataleó, gritó, fue libre. Me quedé una semana, y me acompañó a la terminal con lentes negros para que no la viera llorar. Juanca, el marido, después me dijo que esos días estuvo intratable. Por suerte al poco tiempo se vinieron a Buenos Aires.
Y estoy siendo tan injusto recordando apenas algunos momentos de nuestras vidas, que si ella pudiera leer esto me diría: gordo puto, esto sólo te acordás de mí? Y aquel día que te acompañé por todo Pompeya en busca de esa novia que te hacía sufrir como un pelotudo pero que vos igual querías?? Y la Rosi, te acordás de la Rosi?? Un fiat cupé 800 llevaba a Adriana a todos lados, y cada vez que llegaba a un lugar, sana y salva, paraba el motor, acariciaba el volante y decía: gracias Rosi. Y la Rosi, fiel, nunca la dejaba.
Y la flaca se me fue, hace algunos meses, y yo no sabía nada. Como cambió los teléfonos, hacía mucho que no hablaba con ella. El 28 de diciembre fui a la casa, a la misma que me invitó aquel 28 de diciembre de 1981, a dejarle un vino y una tarjeta. No encontré a nadie. Me volví con el vino y la tarjeta, que decía: "Para la mejor amiga que tuve en esta vida y en todas las que sigan". No importa que no la haya leído, ella sabía que era así, o al menos eso espero. Entre tantas cosas que me enseñó, hoy aprendí otra más. Nos vamos muriendo de a cachos. Un pedazo de mi vida se fue con ella, uno de los más hermosos pedazos de mi vida, y nunca va a volver. Se llevó su sonrisa, sus ojos verdes y sus manos perfectas a la tumba. La extraño tanto que para llorarla solamente me parece que puedo llorar con ella, quisiera abrazarla y preguntarle cómo hago para seguir viviendo sin mi mejor amiga. Quisiera llorar abrazado a ella y oler su pelo rubio con olor a cigarrillo y que me diga: gordo, dejate de joder, amigas hay muchas, pero vos sos uno solo, cuidate. Y me besa, se prende un pucho, me guiña un ojo y se va.
10 comentarios:
qué se le puede decir, peralta?
usted sabe, yo sé.
ninguna palabra lo va a ayudar gran cosa.
le presto mi brazo, llore, que es lo único que despacito va lavando la pena.
Usted sabe q no está solo Peralta y q el dolor y la bronca son inevitables, intransferibles y hay q transitarlos.
Y sabe q aunq una parte suya se haya ido con ella, sigue ahí para mantener vivo lo mejor y lo peor, lo q los construyó y unió como amigos entrañables, únicos.
Y sabe q hay faros, para cuando los necesite.
Abrazo.
Y sí, alguna vez pudimos haber creído que la vida podía ser una linda historia, y hasta feliz. Pero éstos, como otros, son los sacudones que nos bajan a la realidad, que nos hacen sentir impotentes, desamparados, llenos de dolor. Sólo el paso del tiempo hará que lo insoportable se transforme en un sentimiento agridulce.
Lo lamento mucho Per.
El recuerdo de Adriana late en usted Peralte, y si cree que puedo aydarlo, cuente conmigo, abrazo fuerte
No vale... Hace un par de años que con mi amigo de los 15 nos quedamos juntos para sacarnos las ganas todos los días y no una vez cada dos años… y usamos iniciales
"Por ella conocí la amistad entre el hombre y la mujer. Y, como no la amaba, busqué a ella en otras mujeres."
Sublime
Muy triste y muy lindo.
Su prosa mejora con el sufrimiento Peralta. Ojalá se le mueran amigos más seguido.
lo leo simpre peralta, nunca comente nada porque pensaba que mis comentarios no estaban a la altura de sus textos.
Ahora estoy llorisqueando como una marica en el laburo y encima suena Cat Power.
Salú Peralta.
Interrumpo mis vacaciones para adherir y decir que su prosa es sublime.
Y que igual Sobá analizará este tema.
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