miércoles, 18 de noviembre de 2009

Un hogar para Peralta

Sabemos que en el mundo existe una reserva moral. Si son muchos o pocos, no lo sé; sólo sé que existe esa reserva. En este caso, se trata de aquella gente –muchas veces criticada– que se preocupa por otras especies del reino animal, en este caso los perros. No importa que el mundo se caiga a pedazos, que cambie el clima y se nos congele el ojete en cuestión de segundos, o que llueva de abajo hacia arriba; siempre habrá gente dispuesta a preocuparse por los animalitos desvalidos. Una amiga salvó de una segura muerte a este espécimen, un bello ejemplar de la raza Tajungapul de la India. Claro que después de sacarlo de abajo de las ruedas de un colectivo, descubrió que el perrito estaba abandonado, cagado de hambre, a la deriva y con unas ganas de garchar increíbles. Por lo tanto, mi amiga lo curó, lo castró y ahora se lo quiere sacar de encima, como buena ciudadana que es. Bah, en realidad convive en un pequeño departamento con otros dos Tajungapules auténticos que al ver peligrar su trono se desviven por hacerle la vida imposible al apodado Peralta. Vamos al grano: el perro viene limpio, desparasitado, vacunado, sin huevos, pocas ganas de coger, en fin, una ganga. Al que se lo lleve no le cobramos nada, y encima al perro lo pueden putear a gusto, se llama Peralta, va a estar en su salsa. "Peralta, traeme el diario la reconcha de tu madre". "Peralta, cagá afuera, pedazo de perro sarnoso". "Peralta, por qué no meas un poquito en la cajeta de tu recalcada vieja". Verán cómo el perro mueve la cola y morirá por una nueva puteada. Al que lo quiera se lo llevo a su casa y de una reverenda patada lo acomodo en cualquier lugar de la casa que me indiquen. Dejar mensajes acá o mandarme mail a peraltaputea@gmail.com. No le fallen a la reserva moral de la humanidad, gente como yo –mitad animal, mitad ser humano– tiene depositadas sus esperanzas en esa gente.