viernes, 29 de julio de 2011

Ni llanto ni velorio

Todavía lo ve acercarse, en las noches. Todavía puede sentir su aliento cerca de la cara, el jadeo repugnante que nunca olvidará. Cómo puede ser que el asco que le provocaba ese hombre se parezca tanto a lo que sintió, muchos años después, cuando ese torturador hundía el miembro en su cuerpo aún joven, adolescente. Una nunca está preparada para el abuso sexual de su padre; pero mucho menos puede esperar que la militancia estudiantil derive en la represión, la tortura y la violación. Qué extraña paradoja de la vida une a un miserable torturador con tu propio padre, pensaba Patricia; cómo pueden parecerse tanto una escoria humana y el hombre que te dio la vida y debería darte amor y protegerte. Ayer ese hombre murió. Patricia me mandó un mensaje para informarme y sólo agregó: no habrá velorio. Claro que no. Los velorios son para llorar, y ella ya lloró demasiado.


(Dedicado a una víctima de la represión. Una de esas personas que pelea con fantasmas, y les gana)