martes, 30 de noviembre de 2010

El mejor de todos

Me da vergúenza admitirlo. Nos comimos cinco pepas de ese equipo extranjero que juega la Liga Española, el Barcelona que le dicen. Un equipo con lindo andar y hasta buen fútbol, pero mi corazón está en el mejor club del mundo, quién si no. Acaso Peralta puede ser hincha de otro equipo? Me comí los cinco pirulines sin chistar, y puteando por lo bajo a ese portugués maricón, Cristiano Ronaldo, que deshonra la camiseta número "7", la que perteneció durante años al mejor delantero del Madrid después de la Saeta Rubia, Alfredo Di Stéfano. Me estoy refiriendo al gran Raúl, el único jugador de fútbol de verdad que ha dado ese país al que le faltaban dentistas; mal puede estar superpoblado de jugadores. Pero Raúl no es español, es de otro planeta. Y en Madrid se lo extraña. Ronaldo, andá a la puta que te parió. Gastate un minuto y mirá definir a un jugador de verdad, sin piruetas, sin boludeces para la tribuna. Simplemente fútbol. Hoy en el Schalke 04

miércoles, 24 de noviembre de 2010

En qué quedamos?




Este pasquín inmundo que es Clarín desde siempre, y no desde que se pelea con el kirchnerismo, no hace más que mostrar su peor cara, la misma que tuvo siempre. Porque no es de ahora que Clarín no permite la organización gremial interna, no es de ahora que miente, no es de ahora que comete tropelías. En fin... para qué abundar. Pero resulta que volvió a pegarle a Moreno con una tapa terrible, pues en teoría había agredido a un diplomático y lo había amenazado con medidas económicas por parte de la Argentina. La embajada de Brasil en la Argentina se apresuró a desmentir ese hecho y dijo que nunca existio agresión ni amenaza. Qué hizo el gran diario? Oooooleeeeeeeee!! Corrió el cuerpo y le echó la culpa a su amigo diario brasileño de donde surgió la información primera. En el colmo, la nota firmada por la otrora creíble Eleonora Gossman dice que la embajada de Brasil "nunca desmintió a Clarín". Nadie les pide que hagan autocrítica. Alcanza con que no publiquen mentiras. Bah, no sé para qué gasto pólvora en chimangos...

martes, 23 de noviembre de 2010

En Sobá son una manga de putos

Desde hace un tiempo participo como miembro pleno del Sindicato de Bloguers Anónimos (SOBÁ), un grupo de mal cogidos con algunas buenas ideas acerca de la vida y aledaños. Desde que entré, como macho cabrío que soy, reclamo la integración de alguna minusa al grupo. Siempre se negaron. Que no, que te arman kilombo, que es al pedo, que hablan un montón, que si viene alguna tiene que estar buena (como si a alguno de ellos le diera bola alguna mina, son inmirables todos, claro, menos un servidor), en fin, nunca una compañera en Sobá. Después comenzaron a hacer cenas, las primeras más o menos duraban hasta las 2 o 3 de la mañana, algo medio putín pero normal teniendo en cuenta los personajes. Incluso llegamos a hacer alguna lenteja en la casa de Papipo, y hasta ofrecí mi casa para el mejor asado que haya comido Sobá. Y resulta que ahora se les da por juntarse a comer a las 21!!!!!! Síiiiiiiiiiii!!!! 9 de la noche que le dicen. Lo peor de todo es que, enterados de mi imposibilidad de llegar a tal horario, en el que uno sólo puede tomar unos mates después del último polvo de la tarde, los tipos se cagan en mis reparos y le dan para adelante igual. Renuncio formalmente a un sindicato de homosexuales ya ni siquiera reprimidos, una junta de viejos con problemas de próstata tomadores de Viagra buenos para nada

martes, 19 de octubre de 2010

Viejo

Un día como hoy, hace un montón de años, mi viejo me dejaba a cargo de todo. Decidió morirse así sin avisar y transformar el 19 de octubre en el día más difícil de mi vida. No sabía en ese momento que tantos años después todavía lo iba a extrañar, y que seguramente lo haré hasta que el día que me toque irme de este mundo. ¿Cómo pelear contra algo tan inevitable y poderoso como la muerte? Mi viejo decidió no pelear, ya había peleado bastante. Creció en un hogar tan humilde que para poder comer tenía que cazar, pescar o, en el peor de los casos, robar alguna gallina o carnear algún cordero ajeno. Mi viejo siempre contaba que él pudo engordar unos kilos cuando hizo el servicio militar, encima le tocó la Marina. Dos años se comió adentro y el agua la vio más en la canilla que en el mar. Mi viejo fue testigo de las cosas importantes de este país, participó del 17 de octubre, fue al velorio de Evita, lo cagaron a tiros en el bombardeo a Plaza de Mayo y fue a poner el cuerpo contra el golpe gorila del 55. La vida por Perón. No era para menos. En esa época él pasó de ser un campesino a obrero calificado de la General Electric, y pudo pensar en casarse, tener hijos y hasta llegó a tener el sueño de la casa propia, sueño que nunca concretó gracias a las dictaduras y a los gobiernos radicales que poco hicieron por los trabajadores. Mi viejo fue delegado sindical y participó de algunas de las huelgas de la resistencia peronista, su foto en mameluco participando de una protesta obrera, publicada en la tapa de la revista Así, se perdió entre los recuerdos familiares. No, había peleado bastante, ¿para qué seguir peleando? Porque valía la pena, boludo. De mi viejo aprendí que uno puede hacer muchas cagadas pero nunca traicionar a sus compañeros. Pero decidió retirarse antes de la vida, dejó de ir a ver a Boca después del desastre de la puerta 12 y, a pesar de ser joven aun, no fue a recibir al Pocho a Ezeiza ni lo fue a ver a Gaspar Campos ni fue a las concentraciones a Plaza de Mayo. Lloró cuando el Viejo murió y, ante mi esperanza de que vendría cierta época de tranquilidad, me preanunció lo que sucedería tras el golpe del 76: vos no sabés lo que son estos milicos, son lo peor que hay, con estos vamos a estar peor que nunca. En fin, mi viejo me dejó muchas cosas, pero por sobre todas las cosas, me dejó. Si en Lost tienen razón y existe algún lugar donde las almas se encuentran, mi viejo se enterará lo que fue de mi vida. Si no, se lo habrá perdido y nunca sabrá que hubiera cambiado todo lo bueno que me pasó en la vida por verlo jugar cinco minutos con mis hijos, sus nietos.

sábado, 2 de octubre de 2010

María y José

La hora no era exacta, pero el gallo solía cantar entre las 5 y las 5.30 de la mañana. Cuando María lo escuchó, se levantó abruptamente de la cama y, ya incorporada –sin saber por qué extraño cosquilleo–, miró por la ventana y no vio nada, claro. Los perros comenzaban a ladrar, despiertos también por el cacareo del dueño y señor del gallinero. María se calzó las alpargatas, se ató el pelo y salió de la habitación. En el campo no existe el remoloneo ni el "ya voy, ma". Había que sacar varios baldes del aljibe y poner varias calderas (hoy conocidas como pavas) en el fuego para el mate. El fueguito quedaba medio prendido de la noche anterior, había que agregarle unas ramitas y atizarlo para que volviera a prender y a calentar. A lo lejos se escuchaban las primeras toses de los peones, que pronto caerían a buscar las calderas para el primer mate de la mañana. ¿El que tosía sería José? Siempre es el primero, sonrió para sí María. Ella sabía por qué José se levantaba antes. Era sólo para poder verla a solas, unos minutos. No existía entre ellos más que una relación platónica, llena de gestos, miradas y roces. Una sola vez, cerca del aljibe, él se animó a hablarle.
-Señorita, unos minutos, quisiera decirle -dijo, él, con el corazón a punto de asomarle por la boca.

-Eh... ahora no puedo, José, no es momento...

-Pero es que, señorita, usted sabe...

-Sí, yo sé, yo sé... sé que soy mayor que usted... 10 años, y además soy la hija del patrón, José

-Pero yo la quiero bien, María...

A María los ojos se le llenaron de lágrimas y salió corriendo hacia la casa.


* * *

En Buenos Aires, esa mañana, Ana se levantó a las 7, como de costumbre. Fue hacia el baño y se miró al espejo. En la cabeza tenía un nido de pájaros. Ay, qué desastre, cómo hago para dormir y despeinarme tanto? Era el único defecto que podía encontrarse a esa hora, tenía 17 años y la piel de porcelana. Se puso el uniforme y bajó a la cocina a ayudar a preparar el desayuno. No estaba obligada, ella sólo era la niñera de la casa, pero le gustaba compartir con la mucama ese ratito de la mañana. Al fin y al cabo, había sido de mucha ayuda, la mucama, cuando ella llegó a esa casa tan linda, ubicada vaya a saber en qué lugar que ni siquiera sabía que existía, y se largó a llorar sobre la cama. La mucama, Mabel, la consoló, le contó de su propia experiencia y de cómo dejar el pueblo y la familia, y que esa tristeza apenas sería un mal recuerdo.

Para Ana el día transcurrió como todos los demás, hasta que a la tarde un llamado de teléfono cambió su vida, o la marcó para siempre.


* * *

Al mediodía, reunidos todos los peones, a María le extrañó no ver a José. Habrá tenido algo que hacer en el pueblo, pensó. En un pueblito rural de la provincia de Buenos Aires no es difícil enterarse de las cosas, así que distraídamente, casi al pasar, le preguntó a uno de los peones si lo había visto.

-No sé, al pueblo no fue -le contestó-. Yo fui a buscar algunas cosas en el carro y vi el caballo de él por allá cerca de la alambrada, abajo de un árbol. José estaría descansando, porque el caballo estaba ensillado. Raro.

María se preocupó, quién sabe por qué. Era raro, sí, que José se tirara a descansar en cualquier momento, y mucho menos que dejara ensillado el caballo. Además, qué haría descansando tan temprano? Habrá dormido mal?

La respuesta llegó después de la siesta, cuando el grito de una de las sirvientas la despertó. Otro peón había encontrado a José colgando de un árbol. Había llegado hasta allí a caballo, ató la soga y se la pasó por el cuello, después espueleó y el pingo, arisco como era, salió corriendo. A los cien metros, desorientado, paró. En el árbol quedó José, enamorado y muerto.


* * *

A Ana le avisaron que el hermano se había fallecido (así sin anestesia) y que tenía que ir a reconocer el cadáver a ese pueblo que ella ni había oído nombrar. Alguien la acompañó a tomar un colectivo, a la noche, para viajar. Llegaría a primera hora de la mañana y de allí un peón la acompañaría hasta la comisaría. Un agente la llevó al hospital en cuya morgue estaba José. No había parado de llorar desde que salió de Buenos Aires, y cuando vio a su hermano de 24 años tan frío, tan inmóvil, se desmayó. Una vez repuesta reconoció el cadáver e hizo todos los arreglos para el traslado y entierro. Fue llevada hasta la estancia donde José decidió quitarse la vida, fue hasta su camastro y revisó el cajón donde guardaba sus cosas. Encontró una carta y un recibo del correo. En el recibo constaba que el día anterior había hecho un giro a Entre Ríos, como todos los meses. José cobraba, se quedaba con lo mínimo para pasar el mes y mandaba todo a su mamá, en otro pueblo pobre de Entre Ríos. Eran 15 hermanos y había que parar la olla. Ana hacía lo mismo con su sueldo de niñera. En la carta se despedía de su madre y decía escuetamente: "Nadie tiene la culpa".


* * *

Un peón la acompañó hasta la casa. María estaba de negro, en el comedor. No estaba llorando. No estaba haciendo nada. No estaba viviendo, apenas respiraba. Ana la abrazó y juntas lloraron, cuando se separaron la miró a los ojos y no vio nada, María estaba vacía, fue una sensación horrible. María dio unos pasos hacia el aparador y agarró un frasco de vidrio. Estaba lleno de caramelos.

-Estos me los traía él –dijo María abrazando el frasco–. Todos los días.

Y se sentó otra vez, mirando la nada, con el frasco de caramelos.



* * *

Pasaron más de 60 años de aquellos hechos. A María no la conocí, José tenía 24 años y era mi tío, aunque, claro, yo todavía no existía. Ana, mi mamá, todavía extraña a su hermano. No puede encontrar consuelo ni explicación, tantos años después; aunque ella sabe, como sabemos todos, que morir de amor es la única locura perdonable.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Enfermos


Me están hinchando los huevos todos estos tipos, como los de 6-7-8, que salen horrorizados a denunciar las bajezas que escribieron personajes tales como Joaquín Morales Solá, Carlos Pagni y Eduardo van der Kooy. ¿Qué esperaban? ¿Que vayan a visitar a Kirchner al sanatorio y le lleven flores a Cristina? ¿Cuántas veces hemos jodido con la salud ajena? ¿O acaso nadie le deseó la muerte a Videla, Astiz, Camps, etcétera? Conozco gente que brindó cuando se murió helicopterizado Carlitos Menem Jr. Entonces, no jodamos, mirá si Morales Solá –cómplice de la dictadura– se va a hacer problema por desearle la muerte a Kirchner. Ese tipo no tiene dramas de ninguna naturaleza. Así que, muchachos, basta de hipocresía y deseemos el mal a toda la gente que odiamos, para eso está el mundo. Para buenos están los curas católicos, que de tan bonachones cada tanto agrandan alguna arandela de carne. Porque al fin de cuentas, enfermos, lo que se dice enfermos, estamos todos.

domingo, 5 de septiembre de 2010

El escritor fantasma


Este fin de semana se me dio por ver un thriller político. Una vuelta a los filmes de Roman Polanski después de mucho tiempo. No es un director que siga particularmente, y lo poco que he visto, no me ha gustado nada. Pero le di una chance a esta película, había alguna buena crítica y, en fin, me entretuvo un rato más que largo. Un poquito larga la película para ver al amigo Jamebond hacer siempre lo mismo. Lindo tipo pero es peor actor que Riki Maravilla. Ewan McGregor cumple, está bien. En definitiva, la película está bien llevada, al viejo estilo del maestro Hitchcok, pero le faltan cinco para el peso, se queda a mitad de camino el amigo Polanski. Bue, párrafo aparte para el verdadero motivo del post: Kim Catrall. Qué-buena-que-estáaaaaaaaaaaaaaa. Definitivamente la veterana está para partirla en quinientas piezas. Pero (siempre hay un pero) que-mal-actúaaaaaaaaaaaaaa. Qué reverenda hija de puta!!! Hacia el final de la película, tiene que hacer una escena en la cual se acuerda de su amante muerto y tiene que llorar. No se lo cree ni ella. Sólo atina a arrugar la cara. Menos mal que en la escena llueve, entonces ella aparece un poco mojada. Qué pedazo de bodoque, por Dios. Yo creo que podría haber hecho el mismo papel sin hablar. Mal Polanski. Yo le habría dado el mismo papel, con un poquito más de primeros planos al culo y las tetas, y una encamada con Jamebond; con eso bastaba, sin hablar una palabra. Pero la hicieron actuar y la cagaron, pobre Catrall. O sea: la única actriz de Sex and the City terminó siendo la flaca esa que no vale una escupida, cómo se llama? Bue, no importa, no calienta ni a un preso. En fin, con esto vuelvo a la crítica cinematográfica, claramente mi fuerte. Hasta más ver

jueves, 1 de julio de 2010

Loco

Hace muchos años trabajaba en un medio cuya sección de deportes era claramente menottista. Siempre desprecié el menottismo, mas no el buen trato de pelota y el buen juego si de fútbol hablamos. No considero que el buen juego sea patrimonio del menottismo ni que lo haya sistematizado ni mucho menos, simplemente que Menotti se avivó y le hizo creer a la gilada que eso lo inventó él; pero en fin, esta discusión es de nunca acabar. La cuestión es que, como rechazaba esa idea y los menottistas en ese entonces creían que Bielsa era el diablo (hoy lo respetan un poco más), me hice bielsista furioso. Y en joda llegué a improvisar una lista de personas que, concluido el Mundial Japón Corea 2002, deberían pedirle perdón al maestro Bielsa por haber dudado de él y no sé cuántas guarangadas más deberían hacer con mi miembro aquellos incrédulos menottistas. La verdad, los resultados me taparon la boca, pero a la larga el Loco me dio la razón. Es un fenómeno en todo sentido, una gran persona, un lírico de verdad, no de utilería como Menotti; Bielsa es un tipo consecuente con lo que piensa, se caga en los poderes y se caga en la gloria, vive y sufre el fútbol como cualquiera de nosotros en un picado; ahora los resultados lo acompañaron, llevó a Chile a un lugar donde pocas veces estuvo. Gloria y loor al Loco, que me dio la razón y me llena de orgullo.
Gracias Polaco

domingo, 6 de junio de 2010

Te ene y la gente


Carlos llegó a su casa cansado, después de laburar casi 14 horas en el remise. No entendía por qué hoy tenía menos guita que ayer. Ah, claro, era porque se había pasado dos horas ayudando a un compañero que se había quedado en plena General Paz. Carlos era así, un tipo al que le gustaba ayudar y la estaba yugando igual que sus demás compañeros, en plena calle, para ganarse el mango que de otra forma le costaba ganar. El remise no era lo mejor, se laburaban muchas horas y había que lidiar con la gente rompe bolas, que es mucha. Llegó a su casa como a las 9 de la noche, se pegó un baño y puso la televisión. En TN pasaron primero una movilización de ATE en la General Paz que generó caos en toda esa avenida. Qué suerte tuve, se dijo, hoy estuve dos horas por ahí y no me agarraron los piqueteros. Después, una vieja asustada de Lomas de Zamora decía que en el Gran Buenos Aires ya no se podía vivir, a ella la habían asaltado dos veces al salir de la verdulería. Y ayer -dijo la vieja, en el colmo de la exasperación- un chico me quiso sacar la bolsa con las papas y el zapallo, yo me resistí y me manoseó el mocoso insolente, y a pesar de que me decía guarangadas y me tocaba yo la bolsa no la solté, terminó de decir la vieja, sollozando, pobre. "A vos te parece que esta mujer tenga que pasar por esto, a esta edad"", dijo Carlos mientras empezaba a apurar el vasito de Cinzano que tomaba todas las noches. En TN, ahora, pasaban un asalto en un banco de San Isidro, los ladrones fueron sorprendidos por la alarma que presionó algún gil asustado, jugados por jugados cuando se sale a poner el pecho no hay mucho tiempo para los razonamientos, salieron a los tiros cubriéndose con rehenes. Eran cuatro, dos escaparon y dos cayeron bajo las balas de la Bonaerense. Ningún rehén fue herido a pesar de que la policía nunca reparó en ellos. Los dos chorros prefirieron perder la vida antes que quitárselas a los rehenes. Sin embargo, el comentarista de TN hablaba como si los muertos hubieran sido los rehenes y la policía. No se puede vivir en esta inseguridad, la gente vive continuamente expuesta a estos malvivientes que ponen en riesgo la vida de los demás. Carlos no podía discernir ni leer entre líneas la información. Entonces dijo: a mi si me vienen a buscar me van a encontrar; ningún pendejito de estos, drogones de mierda, me va a llevar por delante. Yo no les doy el auto ni en pedo. -Y qué vas a hacer, papi?, le preguntó uno de los chicos. -Me voy a defender, mi amor, porque no hay que dejarse sacar lo que es de uno, demasiado cuesta ganarlo. -Pero si te paga el seguro, qué problema te hacés?, terció la mujer. -No importa, el auto es mío, por qué me lo van a sacar? Los pongo de una, conmigo no joden, a estos pendejitos drogados de un sola mamporro los desmayo y los mando al hospital.

Al día siguiente Carlos se levantó a las 7, se hzo unos mates que compartó con su compañera y después llevó los chicos al colegio. De ahí otra vez la remisería y vuelta a empezar. A eso de las 2 de la tarde lo llamaron para un viaje a 3 cuadras de donde estaba. -Yo voy, dijo por la radio. Conocía a la clienta, viajaba siempre y era un viajecito más o menos piola, de 20 pesos. Con eso cubría el gas de todo el dia, pensó y enderezó para la dirección que le pasaron. Al llegar no encontró a la señora en la puerta, en lugar de tocar bocina -como siempre hacía y como siempre hacen los remiseros acá y en la China- decidió bajarse del auto e ir a tocar el timbre. Mientras esperaba vio que a los pedos venía por la misma calle otro auto con tres pibes adentro. El no sabía que los pibes venían de robar a pocas cuadras de ahí, empezó a entender de que venía la cosa cuando el auto frenó de golpe detrás de su auto, uno de los pibes se bajó corriendo y lo apuntó. No tenía más dd 14 años, Carlos no tuvo miedo, le cayó mal que la persona que iba a abrir la puerta no la abriera cuando sintió lo que pasaba. El pibito se acercó demasiado mientras le pedía la billetera, de un solo movimienzo hizo que llevaba la mano al bolsillo y lo sentó de culo con un hermoso derechazo; el pibito que se había quedado en el auto comenzó a disparar, un balazo le acertó en la pierna, pero igual Carlos ya estaba jugado, tan jugado como los pibitos chorros. Se acercó al auto parado, por atrás, el chorro de arriba no se animó a bajar, Carlos metió medio cuerpo por la ventanilla y se le prendió del volante mientras el chorrito con la cara hinchada se subía por el lado del acompañante. -Parate pendejo, la concha de tu madre. -Larga papá, largá que te quemo, lacochatuma. Todo pasó muy rápido. La misma pistola que lo había herido en la pierna ahora lo hería mortalmente en el pecho. Carlos no largó el volante, intentando a esta altura aferrarse más a la vida que a detener al chorro, que ya muy asustado optó por estrellar el auto contra otro estacionado para terminar de liquidar a Carlos, que de esa manera soltó el volante y quedó tirado sobre el asfalto.

Para TN y otros medios fue una noticia más, nunca asumirán cuánto mal le hacen a la sociedad incentivando actos justicieros. Desde aquel ingeniero Santos hasta hoy mucha gente ha perdido la vida en su intento de ser héroes. Mucha más ha perdido la vida por ser víctimas de un sistema injusto que los margina y no tiene modo de hacerlos regresar. Esos pibes están hoy en algún lugar de detención para menores, cuando salgan dentro de unos años serán malvivientes irrecuperables que morirán en cualquier tiroteo.

En el Día del Periodista es bueno recordar que, mal que nos pese, somos sujetos políticos y tenemos responsabilidades; casi nunca podemos ejercer nuestra profesión como queremos, pero intentemos ser dignos, al menos, y coherentes con nosotros mismos, que de a poquito podemos cambiar las cosas. Como dijo mi abuela, con paciencia y saliva, el elefante se cogió a la hormiga.

domingo, 18 de abril de 2010

Intimidades


Este Cobos qué carajos se cree? Yo por ese bombón me dejo intimar, me dejo intimidar y me dejo inocular. Me dejo, bah. Estos de Clarín publican impunemente cualquier cosa, che. Que les importa lo que le dejemos hacer a la presidenta o no. Putos. Se van a quedar con las ganas.

viernes, 2 de abril de 2010

Primera vez


Después de aquel encuentro con Pucheta, en que me confió algunas intimidades, pasaron varios meses sin saber nada de él. Es increíble cómo uno se desconecta de sus amigos más cercanos, aquellos que nos conocen desde siempre, esos tipos a quienes uno no les puede mentir ni fingir, sencillamente porque saben quiénes somos, de dónde venimos; saben de nuestros sueños, de nuestras frustraciones, conocen hasta nuestras mentiras; saben si, efectivamente, tuvimos sexo con aquella primera novia o si, simplemente, le habíamos robado algunos besos.
A Pucheta me lo encontré en la parada del 148, en Constitución, estaba apoyado contra la parada del bondi, relojeando un orto enfundado en un ajustado pantalón blanco.
-Vos nunca perdés la oportunidad, eh, te vas poniendo viejo y seguís igual.
-Peraaaaaaaltaaaaa, querido, cómo andas? Boludo, viste ese tirapedos? No se puede creer, las minas se van superando, vienen cada vez mejor.
-Y sí, Puche, pero si nos agarra esa pibita nos deja hablando pavadas.
-Je, eso lo dirás por vos, yo a ésta le hago trillizos, le hago.
-Dejate de joder... Che, ahora que te veo bien, estás cambiado, como más joven.
-Sí, salame, recién te das cuenta... me saqué la barba...
-Claaaaaro, pero qué pelotudo... te queda bien; pensar que tuviste la barba tantos años, cómo te decidiste?
-Y... nos la dejamos en la misma época, te acordás? salvo que yo aguanté más que vos, aparte a mí no se me cayó el pelo, entonces entre las canas y la barba blanca parecía Papá Noel, loco, me faltaba la bolsa con los regalos y el trineo, la concha de su madre.
-Los años pasan, Puche, ya te dije, yo me siento más viejo que Mirtha Legrand, la puta madre que la parió a esa vieja de mierda que no se muere nunca.
-Dejala, Peralta, que si ella vive nosotros seguimos teniendo esperanzas... Seguís fumando?

Pucheta me ofreció el atado, saqué uno, lo prendí y me quedé mirando el asfalto. Desde chicos teníamos esa costumbre de fumar en silencio, mirando para adentro, pensando cada uno en lo suyo. Se nos pegó esa forma de fumar de cuando lo hacíamos a escondidas y teníamos que estar muy atentos a que nadie viniera ni se acercara al lugar. Escuchar a alguien acercarse con anticipación nos daba tiempo para apagar el pucho o salir corriendo, según conviniera. Pero también aprovechábamos para pensar, en cualquier cosa, pero así ese acto tan agresivo de echarle humo a los pulmones tenía alguna cosa positiva: nos hacía usar el cerebro. Pero Pucheta rompió la tradición:

-Sabés de qué me acordé el día que me saqué la barba? De la primera vez que me afeité...
-Qué memoria que tenés!
-Sabés por qué me acuerdo? Porque ese día también fue la primera vez que me fui en seco, jajaja
-Jajaja, en serio? Contame, boludo, no sabía
-Viste que en mi casa usar el baño más de cinco minutos daba lugar a una pelea seria, éramos muchos y no daba para meterse más que a cagar o mear, si quería hacerme una paja tenía que buscar otro lugar o esperar a que no haya nadie y meterme en el baño. Mis tíos, por ejemplo, que tardaban un tiempo prudencial en afeitarse lo hacían afuera, se traían un botiquín de esos que se podían colgar, lo ponían en el patio y ahí se afeitaban. Yo siempre quise hacer eso, pero con los pendejos de burro que yo tenía en la cara no daba para decir que me estaba afeitando, entonces me agarraba 30 segundos en el baño con la navaja y me sacaba los dos o tres pelitos que me crecían. Cuando tuve una barba más o menos de hombre, me di el gran gusto. Al igual que mis tíos, agarré el botiquín, la brocha, me compré la maquinita y un par de yilés y me mandé para el patio. Colgué el espejito y me dispuse a pasar la brocha para el jabón para hacer espuma y pasarmela por la cara con mi barba crecida.
-Bueno, Puche, dale porque si viene el bondi me vas a tener que contar cómo hiciste para irte en seco mientras te afeitabas arriba del bondi y nos van a mirar todos como dos pajeros que somos.
-Bueno, te la hago corta. Mientras yo me afeitaba mi prima Susana estaba lavando ropa en el fuentón...
-Tu prima Susanaaaaaaaa, cómo anda?
-Qué sé yo, boludo, pesa como 150 kilos, dejá que te sigo contando porque si pienso en mi prima ahora me pongo a llorar... Te acordás de mi prima? Las tetas que tenía? Y las gambas?
-Mirá si no me voy a acordar, Pucheta, le dediqué más de una. Era mucho mayor que nosotros pero estaba rebuena.
-Ella tenía un vestido de esos con escote redondo, el fuentón arriba de un banquito y ella agachada refregando la ropa; yo por el espejo veía como las dos tetazas se le zarandeaban mientras ella lavaba. Te juro, no sé cómo no me corté la garganta, porque lo menos que hacía era mirarme en el espejo, sólo la veía a ella y a sus dos tetas. Cada tanto ella levantaba la cabeza y me miraba por el espejo, y sus hermosos ojos negros se cruzaban con los míos. Yo me sentía el Guacho Pistola, afeitándome delante de ella, que por supuesto no sospechaba que yo estaba al recontrapalo. Aun así, me jugué el todo por el todo, hice como que me había olvidado algo y me fui para, al volver, poder verla de atrás. Al estar agachada, se le veía algo más que las pantorrillas y los muslos, y si te agachabas un poquito prácticamente le relojeabas la bombacha. Que espectáculo, Peralta, qué espectáculo. Yo, con la cara enjabonada, con la imagen de sus tetas, más la que traía en la mente de sus piernas y su culo, y encima no sé qué agarró, si un jean sucio o qué, y le daba, y le daba, mientras las tetas se le movían para acá y para allá. La pija me reventaba, Peralta, en mi vida tuve tanta calentura. No quería acabar, pero no pude contenerme, y mientras me daba la última pasada de la maquinita me fui como el mejor, Peralta, menos mal que me pude tapar más o menos con la toalla, me lavé la cara en la pileta del lavadero (por qué ella no usaba la pileta y lavaba en el fuentón en el patio? lo haría para mostrarme las tetas?) y me mandé para el baño a pegarme una enjuagada. Y ésa fue mi primera vez, Peralta, en esas dos cosas.
-Qué historia, Pucheta, también con lo buena que estaba tu prima, no era para menos.
-Sabés que siempre tuve la duda, ahora que lo pienso, de si mi prima no me regalaba esas cosas, porque ella sabía cuánto me gustaba y me calentaba, y muchas veces se exhibía delante mío. Yo, agradecido. Dejamos de vernos muchos años y una vez, al reencontrarnos, ella dejó correr un par de lágrimas de sus hermosos ojos negros y grandes. Como recordando viejos tiempos. Siempre tuve esa duda, no sé. Yo, por las dudas, nunca me olvidé de ella.
Vino el bondi, nos subimos y nos dormimos hasta llegar al barrio.

martes, 23 de febrero de 2010

Un rapidito




No quería dejar pasar la oportunidad de preguntarme qué hubiese publicado Clarín si entre Shakira y Antonito estaba Cristina Fernández. Soretes, ya se les acaba el poder, están desesperados por dejar de ser lo que eran, el monopolio mediático más influyente del país. Sólo espero que no se las tomen con los laburantes, como hacen siempre, y que si lo hacen se coman flor de kilombo, como se merecen y tratan de evitar desde hace años, impidiendo la vida gremial y persiguiendo y despidiendo delegados sindicales.


Adivina adivinador (segunda parte)

Bueno, esto va a ser breve. Primero, el Moncho era (o es, hace mucho que no lo veo) un romántico y un culposo. El no podría perdonarse tener un hijo con otra mina y no verlo, ni hacerse cargo de la crianza del pibe. Segundo, no olvidemos que el Moncho estaba por casarse, estaba enamorado de su novia y no iba a arruinar eso por una calentura que era casi una deuda de juego, algo que se estaba saldando a destiempo; pero no era algo verdadero en ese momento. Claro que me juego la vida que muy poco de esto pasó por la cabeza del Moncho en ese momento, en esos segundos en que tuvo que decidir dónde derramar su simiente. Es muy probable que el único pensamiento haya sido: "No, no puedo meterme en este kilombo", sin demasiadas especificaciones añadidas. Ya sabemos que kilombo implica muchas cosas, entre ellas lo relatado más arriba de los problemas que le traería al Moncho dejar su pija en un lugar mucho más agradable, húmedo y cálido que la sábana. Pero la vida es cruel, y para Alicia en este caso fue más cruel. El Moncho acabó afuera, ella se la bancó como una lady, le regaló a él su última mirada entre seductora y triste, lo besó y fue para el baño. Pocas palabras bastaron para lo que seguía. Era el final. Nada más los uniría, salvo el recuerdo y la curiosidad por lo que pudo haber sido. El Moncho se casó, se separó y años después tuvo hijos. Alicia envejece sola, dándoles amor a sus sobrinos.

domingo, 31 de enero de 2010

Censura

"Peralta, te volviste puto, cómo pones esa foto"


"Ay, me da asquito"


"Saque esa foto, cada vez que entro al blog me encuentro con eso y cierro"


En fin, algunas de las cosas que se dijeron sobre el noble hombre que permitió le sacaran una foto en plena acabada.


Pero el que me decidió a sacarla (a la foto) fue un amigo que me escribió un mail con lo siguiente:


"Querido Peralta
Te recomiendo que califiques tu sitio como prohibido para menores, sino lo más probable es que Blogger te lo de de baja o cancele debido al contenido explicito. Es una pavada, pero a muchos amigos les pasó que se los dieron de baja por no calificarlo como no apto para menores. Lo único que cambia es que antes de entrar al sitio te aparece una advertencia. Saludos."


Se imaginarán que con una advertencia por el estilo estoy salvado, mi blog se va para arriba como pedo de buzo; pero no. Seguiré siendo esquivo a la fama, tengo otras cosas que hacer, así que saqué la foto, viejo. Son todo puto

martes, 5 de enero de 2010

Adivina, adivinador (primera parte)


"No la saques, papi, terminá adentro." La cara al Moncho se le transfiguró, la miró fijo y le dijo: "qué me estás pidiendo? pará". Ella puso su más dulce voz, esa que al Moncho lo hacía acabar hasta por teléfono, y le insistió: "te juro que yo nunca te voy a molestar, de verdad, dale amor, hacémelo adentro".


Ya hablé aquí de alguna andanza del Moncho; y se me ocurrió contar esta otra, también real. Al menos la versión que contó él en una de las tantas noches de borrachera joven.

Alicia, la paraguaya, había sido un amor imposible del Moncho cuando trabajaban ambos en una parrilla del sur bonaerense. Alicia no era una paraguaya típica, no era alta, no era morocha, no tenía rulos y hablaba poco. El Moncho se volvía loco por ella, y ella lo calentaba bien, pero a la hora de los bifes se borraba, la guacha: "Yo tengo novio, Monchito, y me estoy por casar, no podemos andar haciendo chanchadas". Una de las últimas noches de laburo, antes de que ella se casara y se fuera a vivir a Paraguay, Alicia se confesó: "Vos me gustás mucho, guacho, ése es el problema; pero mi novio es un buen tipo, es trabajador, se acaba de recibir de contador y allá nos espera un buen laburo. No nos dieron los tiempos, nene, si te hubiera conocido antes no te me escapabas". Lo abrazó y lloró. El Moncho, caballero como era, fue incapaz de sacar ventaja de la situación y de la borrachera de ella. La dejó en su casa, como un duque, y se clavó tal paja que se le acalambraron los dedos de la mano.

Pero la vida tiene tantas vueltas, pero tantas, que años después se volvieron a encontrar. Voy a obviar algunos detalles para no hacer tan larga la historia, pero el reencuentro no fue el esperado. Ella venía de Paraguay, tras algunos años de mala vida que terminaron en fracaso matrimonial; él, de novio para casarse como conté en el otro post.

Moncho estaba enloquecido. Qué hago, Peralta? No sabés cómo me gustaba esa mina!!! qué gustaba, me gusta, Peralta, me da vuelta el bocho como ninguna otra.

-Moncho, las calenturas no llevan a ningún lado, salvo a la cama, así que si ella te busca no la perdones, matala a pijazos. Eso sí, nada de novio, ni amor ni la puta madre, se lo dejás bien clarito para que la mina no joda. Y si esas condiciones no están, vas y te echás un polvo con la Zulema y te dejás de joder.

-No va a querer, Peralta, esta mina es otra cosa; no es que se va a sacar las ganas y nada más.


El Moncho se equivocaba. La carne es débil. Alicia venía muy golpeada, y la verdad el Moncho fue un amor inconcluso, ella misma se sorprendió de extrañarlo tanto, y la decisión de volver a la Argentina fue tomada con la esperanza de reencontrarse con él. En otras condiciones, claro.

Pero ella jugaría su última carta, con la remotísima esperanza de arrebatar al Moncho en el último minuto. No era mina de hacer esas cosas; pero se había equivocado fiero, pensó que el amor era algo tan simple como buscar a la persona adecuada, y no, resulta que era otra cosa. Tarde piaste, Alicia, pensaba, mientras se pintaba los labios rojos y carnosos con los que esperaba volver loco al Moncho.

Mi cumpleaños fue apenas una excusa para juntarlos, antes de cortar la torta Alicia y el Moncho se rajaron sin despertar sospechas. Algunos conocíamos a la novia, luego muchos años esposa del Moncho, y no queríamos quedar entrampados en un kilombo. Me hice el boludo como perro que le están rompiendo el culo, miré para otro lado y si alguien preguntaba yo no sabía nada.


Fue en el telo, luego de una hermosa noche de amor, que Alicia disparó esa frase matadora. En esa época el preservativo no estaba tan extendido, el Sida apenas empezaba y los machos de verdad nos aguantábamos y acabábamos adonde nos dejara la dueña de nuestra pasión. El Moncho iba por ese camino cuando ella lo puso frente al dilema.


La historia es real, tiene un final, pero me gustaría que los lectores de este blog hagan su aporte: qué resolvió, finalmente, el Moncho?


Perdonen la foto, me pareció adecuada pero si hay almas sensibles puedo sacarla. También opinen sobre esto, che.