viernes, 23 de marzo de 2012

Como entonces

Hace muuuuuuchos años que quedé cautivo de tus ojos grandes, tu sonrisa, tus labios, tu pelo a veces castaño rojizo a veces castaño oscuro, a veces ondulado a veces lacio; hace muchos años que tus manos perfectas me hicieron envidiar al destinatario de tus caricias; pero en fin, todo cambia, el poder cambia, corrompe, te hace duro, hasta insensible. Pero ahí estás, cambiando al fin como ser humano falible; en cambio acá me encuentro yo, impertérrito; porque para mí nada cambió, todo está igual como aquel día, cuando nació en mí ese deseo de tomar tu mano, mirarte a los ojos y decirte: yo siempre te quise. Como soy un pobre tipo al que no se le ocurre nada hermoso que esté a tu altura, te dedico esta poesía que escribió un genio, César Vallejo.


LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!