viernes, 24 de abril de 2009

Se me acabó la nafta


Carlos Alberto Reutemann, hoy ala derecha del justicialismo, devenido a la política gracias a su padrino Carlos Menem (igual que Scioli), venía ganando de punta a punta del Gran Premio de la Argentina, en 1974, a bordo de su Brabham BT 44, si la memoria no me falla. Yo pensé que era joda que le decían Lole por lo'lechone, pero no. Resulta que es verdadero que allá en el campo santafesino el pibe se copaba viendo a los hijos de los chanchos que luego irían a engalanar la parrilla. Pero bueno, la historia dice (ma qué historia, yo lo viví, aunque no estuve en el autódromo) que Reutemann iba a ganar la carrera que prácticamente había punteado desde el inicio. Pero faltando media vuelta (es decir, menos de veinte cuadras) el auto se quedó sin nafta. La mala suerte acompañaría al Lole durante toda su vida deportiva. En realidad es un decir, porque era un excelente piloto que no salió campeón mundial por caprichos del destino. Además, se llenó de guita. Yo no recuerdo si antes se usaba la frase "me quedé sin nafta"; pero sí sé que a partir de ese hecho, la mayoría de los argentinos entendemos qué se quiere decir cuando escuchamos "me quedé sin nafta"; también está la variante "a vos no te da la nasta, gil", como dice el Negro Pablo a Ricardito en Okupas. Pero esto ya tiene otra connotación. Esta pequeña introducción es para decir, simplemente, que hasta que no levanten el paro los estacioneros y yo pueda volver a cargar Super Fangio XXI, este blog está hasta las pelotas. Es decir, se me acabaron el tiempo, las ganas, la inventiva, etcétera, es decir, me quedé sin nafta. Hasta más ver.

miércoles, 8 de abril de 2009

Surprise!!

Analía entró, se sacó las zapatillas, las medias y el pantalón. Se tiró en la cama, exhausta. El día había sido largo. "El trabajo y el estudio son incompatibles", pensó. Se lamentó de no vivir en una sociedad más igualitaria, en la que los jóvenes se dediquen a estudiar, los adultos a trabajar y los viejos a viajar. Pero claro, eso acá no. Para vivir hay que pelarse el culo. Entrecerró los ojos, volteó la cabeza y vio la PC. Bue, no todo está tan mal, tengo la computadora en mi pieza, después de mucho bregar por ella. Los padres accedieron a prestarle el dinero que ella devolvería con su trabajo. Relajarse está bien, pensó, pero qué mejor que chatear-chusmear un poco con los amigos. Por algún extraño motivo eligió para entrar al msn una de sus direcciones "ocultas", esa q pocos conocen. Mientras escuchaba música, decidió que, viernes a la tarde, y como preludio de una noche divertida, lo mejor era pasarla bien. Se conectó con El Príncipe. Ya había tenido un par de charlas, compartían gustos y tenían casi la misma edad. La charla se extendió por dos horas, nunca habían chateado tanto, se contaron todo lo q se le puede contar a una pantalla con letras. Es decir, nada de nombres reales, ni barrio, ni menciones a colegios, universidades ni nada. Aun así, la charla fue adquiriendo cierta intimidad, más bien bastante intimidad. Casi sin darse cuenta Analía estaba tocándose mientras El Príncipe decía alguna que otra grosería muy medida, lo suficiente como para que a Analía la estallara el bocho. Se imaginaba del otro lado al Príncipe, con su miembro grueso en la mano, subiendo y bajando frenéticamente mientras ella, mucho más lanzada, le relataba palabra por palabra cómo le gustaba que se lo hicieran. Nunca había llegado por chat a ese extremo, pero El Prínciple la fue llevando bien. Después de acabar, según le confesó y después de preguntar si ella también había terminado, El Príncipe le propuso verse. Analía dudó. Le dijo que le iba a contestar otro día. El Príncipel le dijo que esperaría, mientras tanto, impaciente. A los pocos días Analía entró de nuevo al chat, buscó rápidamente al Príncipe con la idea de decirle que sí, que se verían para ver qué onda. El Príncipe, ni lerdo ni perezoso, había subido una foto. Analía se puso primero blanca, después roja, luego palideció. Alcanzó a leer el primer mensaje del Príncipe: "hola princesa!! al fin apareciste, te estaba esperando". Luego cortó. Analía vio en esa foto a su primo Edgardo, el hijo de su tía Eva. Se conocían desde chicos, habían llegado a intercambiar algún beso furtivo, la adolescencia trajo otros amigos y la separación de la familia. Pero cada tanto lo veía a Edgardo, en fiestas y reuniones familiares. Ya no tenían tanto feeling, pero la pasaban bien cada vez que se encontraban. Analía sintió mucha vergüenza y solamente se animó a contárselo a una amiga que, fiel a su género, también me lo contó a mí. Y yo, fiel a mí mismo, lo reproduzco acá. Analía no chateó más con El Príncipe y evita las reuniones familiares. Eso sí, cada tanto le dedica alguna a su primo Edgardo, ahora que sabe que la tiene gruesa.

jueves, 2 de abril de 2009

Un clavo saca otro clavo

Desde hace unos meses, con el derechoso vuelco dado por Víctor Hugo Morales, estaba como huérfano de referentes en el periodismo deportivo. Pero ahora se viene a transformar el gran Alejandro Apo en una más que interesante opción para escuchar. No el programa, que puede gustar o no, encima en esa radio de mierda; pero sí para prestar atención a sus comentarios. Aguante Apo, carajo. Yo te banco, la gran puta.