martes, 20 de septiembre de 2011

Charlas


Esta mañana, en un café circa Villa Devoto:

(Hombre de 40 y tantos, de barba, tomando un café)-Qué haces papá!
(Viejo pelado, 60 largos, pelo corto, cara de garca)-Cómo andás?
(H40)-Cuando llegué ya estaba el tonbo.
(Se refería a un policía que en la esquina organizaba el tráfico desmadrado por la rotura de los semáforos)
(VP60)-...
(H40)-Ayer, por la zona de Villa Crespo, no sabés el garrón que me comí. Parece que había una manifestación de algo y anduve dando vueltas para poder salir del kilombo. Estuve como dos horas!
(VP60)-Con los milicos eso se arreglaba en cinco minutos. Iban y les pegaban cuatro tiros a todos los boludos que andaban jodiendo.
(H40)-Tenés razón. A pesar de todo, en esa época estábamos mejor.
(VP60)-Claro que sí. Después vinieron los civiles y trajeron la mierda.
El viejo pelado de 60, como todo gesto para pedir sacarina, levantó los dos sobrecitos de azúcar sin siquiera mirar al mozo. ¿Necesita edulcorante?, preguntó el mosaico. El viejo pelado de 60 no respondió y volvió a levantar los sobrecitos de azúcar.

Reflexión1: el mundo tiene muchísmos más hijos de puta que los que necesita. La Argentina tiene a varios y, de verdad, poca falta hacen. Hay que estar atentos. No se extinguieron, sólo están agazapados.
Reflexión 2: al viejo pelado de 60 lo tenía a tiro para un cachetazo en la nuca, y con dos mamporros lo mandaba a dormir, pero el otro era grandote, más joven e iba a tener tiempo de reaccionar. Opté por una cobarde retirada. Peor hubiese sido que, además, me cagaran a trompadas. No por mí (al fin y al cabo qué me cambia una trompada más o menos), pero para mi noble y silenciosa causa hubiese sido un golpe mortal.

* * * * *
MR (periodista deportivo, para más datos) hace una punta de años:
-Esta mañana salí a comprar el pan para el mediodía, que tenía que darles de comer a los pibes. Mi señora labura a la mañana, viste. Iba por Garay mirando para abajo, pateando puchos en la vereda, y veo unos tacos abajo de un hermoso par de gambas. La miro. Todo lo bueno que tenía abajo de la cintura se le desdibujaba del pecho para arriba. Qué cara, mamita! De noche le entregás todo lo que tenés sin que te pida nada. Pero tenía una buena boca. Labios gruesos, pintados de rojo, y tenía todos los dientes. Me miró. ¿Vamos?, me dijo. ¿Cuánto?, le pregunté. Cien pesitos el hotel, completito papi. No, no llego. Por 50 pesitos te la chupo. La verdad que la loca me había calentado, tenía unas gambas divinas. ¿Pero dónde me tirás la goma?, pregunté ya más caliente que un chivo. Acá papito, en la playa de estacionamiento del telo, tranquilitos, nadie nos molesta. Bueno, vamos, dije. Atrás de la pared que protege de miradas indiscretas la playa de estacionamiento del hotel, con los pantalones abajo y la bolsa del pan abajo del brazo, me sentí un verdadero hijo de puta. Me gasté la guita del pan. Tuve que volver a casa y ya no quise volver a salir. Los pibes comieron con galletitas.
-Tenés razón, sos un hijo de puta.
Reflexión: un petardo no se le niega a nadie, pero con la comida no se jode, no se jode.

* * * * *

Mismo lugar de trabajo, hace demasiados años:

-Noooo! A mí Cris Miró (ya dije que hacía mucho) no me gusta. Hay otro trava, Gabriela creo que se llama, que está divino. A ese le doy.
-Seeeee, es una mina. Sabés cómo debe tirar la goma.
-Igual, te digo, Cris Miró no me gusta pero, si pinta, un pete no le niego eh
Otros periodistas que rodeaban a estos dos asentían en silencio. Me miraban buscando complicidad. Yo era nuevo en esa redaccción, me habían visto pinta de lustrador de sables y me estaban probando, los hijos de puta. Entonces opté por la salida fácil, que de algún modo fue el preludio de mi futuro apodo, Peralta el puteador:
-Pero ustedes son todos una manga de putos.
Carcajada general.
Reflexión: siempre cuidar las apariencias y no pisar el palito. Después de eso me pude sentar en el pinocho sin que nadie sospeche nada. Aun hoy es un secreto. Ah, ¿ya no?