lunes, 29 de diciembre de 2008

Esperanza


El otro día, practicando una gran costumbre argentina, cual es la de leer el diario de ojito, vi un título en el Diario Popular: "Maru nos deja un mensaje de esperanza". Al lado una foto grande de Maru Botana con cara de "la vida me cagó a palos pero le voy a dar pelea". No tengo nada contra Maru, todo lo contrario, me cae bien y me da mucha pena que alguien que tiene guita quiera tener muchos hijos y además darle bola. Pero como no la conozco no voy a decir más que esto, no quiero juzgarla. Pero a ese diarucho, esa mierda en colores, sí. Para qué gastar dos segundos en hablar del gran sorete que es Raúl Kraiselburd. Vamos a la cuestión periodística, si se le puede llamar de esa forma. Todos publicamos mierda, ya lo sabemos, y los periodistas no hacen (mos) más que reproducir lo que el dueño del medio quiere decir. Pero a veces se exagera en esta cuestión. Salvo que haya habido algún negocio, seguro nadie le puso una pistola en la cabeza al periodista para que publique ese "mensaje" de Maru Botana. No se les ocurre nada más "esperanzador". Sin ir más lejos, a mí me da más esperanza Marta, que vive en Fuerte Apache. Marta tiene varios hijos, dos de ellos en cana y otra de novia con un narco, y encima adicta. La hija, para drogarse tranquila (para lo cual, por suerte, no tiene que pagar), le dejó también sus hijos a Marta. Y ella los cría, les da de comer, los lleva a la escuela y todavía sueña con que ellos no sigan el camino de la madre, o de los tíos. Y los pibes van a la escuela, y hacen lo que pueden, y son buenos, malos, según el día. Entonces digo: tan transgresor, periodísticamente hablando, es hablar de Marta? Por qué no nos dejamos de joder un poco con los mensajes de los famosos y vamos a los mensajes de la gente común, que lamentablemente no tienen nada que envidiarle a la tragedia de Maru Botana. No la tienen que ver por televisión ni leerla en ese pasquín inmundo que es Diario Popular. Es cierto que falta mucho para que los periodistas publiquen(mos) lo que quieren (o queremos), pero también es verdad que si nos damos algún pasito a favor de la transgresión esto va a seguir así, siendo una mugre y perdiendo credibilidad. Y si no vayamos todos al Maipo, que perderemos credibilidad pero nos van a pegar una buena tirada de goma, qué joder. Feliz año para todos.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Amores no correspondidos

El otro día me encontré con mi amigo el Tano. Hacía mucho que no lo veía. El Tano no es de mis amigos de la infancia, lo conocí ya en mi juventud, hijo de periodistas y muy talentoso. Sabía que el padre del Tano había fallecido y, colgado como soy, no lo llamé para saludarlo. Hace algunas semanas lo encontré por la calle, bastante distraído.
-Tanito, qué hacés?
-Peralta, tanto tiempo!! Cómo te borraste, eh!!!
-Sí, Tano, soy un desastre, perdoname hermano...
-No pasa nada...
-Tu vieja, Tano?
-Y... ahí anda, reponiéndose, pobre. Pero yo creo que estoy peor.
-Vas a extrañarlo, esto no es como una mascota, un laburo, una noviecita; es tu viejo, y no te vas acostumbrar nunca a que no esté.
-Sí, seguro; pero lo que a mí me mató fue lo que lo vi sufrir antes de morir.
-Pobre, che, él no se merecía morir así...
-Pero no fue por la enfermedad, sabés? No, mi viejo, ya grande a punto de morir, sufríó de amor, Peralta, y eso no me lo voy a poder olvidar en la puta vida.
-...
-Vamos a tomar un café y te cuento?

* * *

-Resulta que un día llego al hospital, y lo encuentro a mi viejo solo, llorando. Papá, qué pasa?, le dije. Hijo, creo que sos la única persona que en este momento podrá entenderme. Si me prometés que lo que te cuente no va a cambiar tu opinión de mí... quiero que sepas que siempre intenté ser el mejor padre, seguramente no lo logré... Viejo, dale, no te pongas así, para mí sos el mejor padre del mundo, y nada de lo que digas va a cambiar eso, le dije. Y entonces me contó:
"Hace muchos años, vos todavía eras chico, casi adolescente, yo trabajaba en el banco, te acordás? Por mi laburo estaba constantemente en contacto con gente de otras sucursales, hablando por teléfono, nos tratábamos como amigos y no nos conocíamos. Un día, una compañera de otra sucursal con quien yo me pasaba horas hablando, me dijo de conocernos. Yo medio que dudé, pero finalmente me decidí a conocerla. Nos citamos en un bar, y para reconocernos yo fui con una corbata bordó y ella con el libro El principito sobre la mesa. Bueno, nos conocimos, charlamos un montón, y finalmente quedamos en volver a vernos. Fue un encuentro agradable, nada más. Pero volvimos a vernos, una y otra vez, y cada vez la pasábamos mejor charlando. Hasta que a ella la trasladaron a mi sucursal, y el contacto diario y la buena onda hicieron todo lo demás. Sin quererlo estaba enamorado hasta el caracú. Lo que antes no me atraía en ella, sus ojos grandes, su pelo renegrido, sus pestañas grandes como si fueran postizas, todo eso me la transformaba en la mujer más linda del mundo, creeme. Hasta cuando comía y hablaba con la boca llena y me escupía migas era hermosa.O cuando lloraba porque las injusticias de la vida se ensañan siempre con los más débiles. O cuando caminaba a servirse un café y de reojo me miraba y sonreía. Nunca vi a nadie sonreír así, con toda la cara, con esos dientes perfectos. A veces, simulando trabajar, hablábamos por teléfono, a pocos escritorios de distancia, varios minutos hablando. Mi día tenía dos momentos de felicidad: cuando ella llegaba y me decía hola!! y cuando a veces la llevaba a la casa de su madre, a la salida del trabajo. Vivía en una casa cuya puerta de entrada era de madera con vidrio repartido. La carita de ella quedaba justo entre dos vidrios, entonces se agachaba para poder verme y saludarme con la mano, a la vez que sonreía. De todas las mujeres que llevé a la casa, hijo, te juro, nadie se despedía como ella. Me había copado la vida. El matrimonio con tu madre empezó a estar cuestionado, pero ésa es otra historia, ya ves cómo terminó todo. El asunto es que no pude contener lo que sentía y, a sabiendas de que corría muchos riesgos, le dije lo que me pasaba..." -Viejo, estás bien? "Sí, ya se me va a pasar, es que me acuerdo de ese momento como si fuera hoy, sabés, y no puedo dejar de emocionarme... Cuando le tomé la mano... cuando estuve a punto de robarle un beso... fue lo más cerca que estuve de conseguir su amor. Pero ella no podía corresponderme, sentía algo lindo por mí, pero también era casada... disculpame, hijo..." Está bien, papá, desahogate tranquilo, nadie va a saber esto que me estás contando. "Después de mucho sufrir, y a pesar de que había descuidado tanto el trabajo, me ascendieron y me trasladaron. Antes de irme, en la despedida que me hicieron, me hice un huequito para entregarle una carta de amor, necesitaba hacerlo, necesitaba decirle lo bien que me había hecho conocerla. Ella, como todo gesto, me regaló una foto que nos habíamos sacado juntos. Para no llorar delante de ella apenas la abracé y me fui. La vi pocas veces más, y hasta creí olvidarla. Ni siquiera sé qué fue de ella. Y hoy, en esta cama, me acabo de dar cuenta que además de a tu madre y vos, que me amaron y me cuidaron, a la única persona que quisiera ver es a ella. Por eso lloro, porque no está, porque no sé qué se hizo, y hasta tengo la esperanza de que haya otra vida en donde pueda conocerla y podamos amarnos. Y sabés por qué te cuento esto, pichón? Porque la vida nos tiene reservadas siempre sorpresas, y hoy yo aprendí eso: que los amores, aunque no sean correspondidos, siguen siendo amores, y son tan fuertes como los otros. Me di cuenta de que después de tantos años no pude olvidarla, y todavía tengo en mi nariz el perfume de su pelo, y hasta siento en mis manos sua manos tibias y nerviosas..." Papá, qué puedo hacer? Querés que la busque y la traiga? Cómo se llama? "No, corazón, no; solamente quería que sepas eso, que el amor es amor siempre, ella para mí es ese amor no correspondido, de qué serviría verla ahora? Una vez que pase lo que tenga que pasar, y sabés a qué me refiero, buscala. En mi mesa de luz, mezclada entre un montón de cartas, vas a encontrar la foto y el nombre de ella, Dolores. Simplemente contale esto. No sé qué vida habrá hecho, y hasta tal vez le sirva saber que yo la amé todos estos años y que antes de irme de este mundo pensé en ella".
-...
-Estás bien, Tano, querés otro café?
-No, Peralta, disculpá que me desahogue con vos, sos la única persona a la que le conté la historia, por favor que no se te escape.
-Tranquilo, Tano, por la memoria de tu viejo que esto muere conmigo. Pero la encontraste?
-Todavía no... no sé, tengo miedo de que le haya pasado algo, que se haya muerto, que esté en un psiquiátrico... siento como que si eso pasa mi viejo se llevará una desilusión muy grande... y en realidad él no está, no se va a enterar, pero yo lo siento así...

Prometiéndole una vez más a mi amigo el Tano (que no se llama Tano, ni es Tano, ni el viejo laburó en un banco ni fue periodista) que no iba a contar nada, nos despedimos con un abrazo. Antes de decidirme a contar esta historia lo volví a consultar, le conté cómo era y él accedió. Por eso lo cuento acá, algo casi público, para que los pocos boludos que leen este blog y el pelotudo que lo hace no tengamos miedo de amar, nunca, porque es lo único de valor que nos llevamos al morir.

PD: inspirado en esta historia, Freddy Mercury nos dejó esta canción