A contar soretes

Ayer a la noche, tratando de poner mi mente en blanco tras una agotadora jornada de laburo, pongo TN. Ya dije que nada mejor que el Grupo Clarín para ponerte nada en el cerebro. Uno pone TN, Canal 13, y es como fumar un porro del tamaño del Obelisco. No pensás nada, no analizás nada, sólo escuchás una sarta de mentiras y programas de mal gusto. En fin, en eso estaba, vaciando mi cerebro cuando escucho que entregaban premios de la Fundacion Konex. Ah, dije, nada mejor que ver pasar gente que no me interesa, reciben una estatuilla de gente que me interesa menos y después viene lo más interesante: los pelotudos van al micrófono y le dedican el premio a tal y cual. Por supuesto, la mujer, los hijos, los padres, el marido. Ninguno dice: dedico este premio al Negro que anoche me rompió el culo, lo encontré en Santa Fe y Junín, lo llevé a mi casa y me hizo ver las estrellas; gracias, realmente gracias, hacía mucho que no me comía una así. No, sube el pelotudo y se lo dedica al maestro de periodismo de tantos años, cuando al tipo todavía le arde el culo. Así pasaron Joaquín Morales Solá, Magdalena, Daniel Muchnik, Daniel Santoro, en fin; algunos de ellos grandes periodistas. Pero me mienten muchachos, me mienten: todos agradecen a la empresa "que me deja trabajar en absoluta libertad". Pero por qué no se hacen coger por el burro de Shrek? Libertad en Clarín, en La Nación, en Perfil? Déjense de joder. Siempre lo mismo. Eso es lo que enerva. Que los tipos se la crean. Se la creen de verdad o son los cínicos más grandes del mundo? Bah, qué mierda me importa. Párrafo aparte para el periodismo deportivo: no conozco a Arcucci, pero al lado de Hamilton, Scher, Gustavo Veiga, el premio parecía quedarle grande, no sé. Otro sí digo para los que se salvaron: Víctor Hugo Morales (cuándo no) y Adrián Paenza (aunque un poco más chupamedias), que le dedicó el premio, entre otros, a Marcelo Bielsa. La verdad, el Grupo Clarín una vez más no me defraudó. Vi desfilar uno tras uno a una gran cantidad de soretes. Y si bien no eran ovejitas, se fue apoderando de mí una pesadez en los párpados que terminó por dormirme. Así que, ya saben, nada de ovejas: a contar soretes y se te va el insomnio.