martes, 31 de marzo de 2009

Polémica


Aprovechando las interesantes puteadas en los comentarios del post anterior, es que sigo con el tema. Los anónimos fachitos que entraron a putear, indudablemente, se comen el verso de la televisión o fueron, ellos mismos, víctimas de algún hecho. Pero vamos al hecho chiquitito comentado allí: la putona ésa tuvo que terminar admitiendo que no la robaron, no pudo comprobar absolutamente nada, las cámaras del shopping al que dijo que fue nunca registraron ni la entrada ni la salida de la camioneta. El vehículo tampoco tiene un rasguño. Según el relato, los tipos le pegaron trompadas al vidrio. Bueno, estaba blindado, dirán. Y no le pegaron una sola trompada o patada a la puerta? Nada de nada? O sea, qué estaba haciendo esta chiquilla? A caballo de la inseguridad hacer su propio negocio, con las empresas de blindados, o tal vez con ella misma, posicionándose como mediática para cobrar unos mangos por aparecer en televisión. Mientras, decenas de minutos por radio y televisión, centímetros en los diarios, para una puta de dos pesos, y además mentirosa. Eso intenta reflejar el post, la seriedad de los medios de comunicación para informar sobre la inseguridad. Por qué no leen las declaraciones de Argibay Molina, la juez de la Corte? Lean los pocos informes serios que se publicaron sobre el punto y verán que la inseguridad es una construcción. Lo que no quiera decir que no exista. Tengo tantas posibilidades de que me afanen o que un chorro me meta un cuetazo como de que me atropelle un colectivo, un auto o que me lleve puesto un chabón en moto. Se me puede tirar abajo del auto un borracho, una vieja que no ve, o un pibe distraído o pasado de faso. Me puede pasar alguna de estas cosas, o todas, o ninguna. Pero los medios seguirán hablando de inseguridad porque es lo que les sirve para su sociedad modelo. Un modelo que permite excluir a los cabezas, a los negros, porque son todos sospechosos de ser chorros o asesinos. En cambio, el pibito que maneja la 4 x 4 a 180 por la General Paz, a ése no lo pueden excluir, porque son ellos mismos. Segundo, ni el anterior post ni éste intentan defender o ensalzar al chorro. Psicológicamente está comprobado que el robo es una violación, no importa si me roban dos lucas o el anillo recuerdo de mi primera comunión o la foto de Riquelme autografiada. En ese marco, cuando me bolsiquean o me afanan, al chabón lo querés poner ahí mismo, eso es así. Pero un segundo después ya sabés que no lo tenés que hacer, ni lo podés hacer. Ayer un tachero me contaba que en un viaje hacia la zona de Tapiales le indicaron mal cómo salir y apareció en la calle principal de una villa. Tuvo que pasar, a paso de hombre, por una callecita angostita, lo podrían haber afanado, culeado y matado y la familia nunca se iba a enterar. Qué le pasó? Nada. Fueron los segundos más largos de su vida. Pero no le pasó nada. Y por qué? Porque el 90 por ciento de la villa, los que estaban en la puerta tomando mate y lo junaban como sapo de otro pozo, son gente de laburo, cartoneros, limpia oficinas, repartidores, dealers. Entonces, muchachos, no hay que ponerse tan de punta; a menos que sean realmente fachos y quieran liquidar a media humanidad. Y si soy víctima de la inseguridad, o tengo la mala suerte de que le toque a alguien de mi familia, no me voy a ir a rezar, ni a hacer marchas, haré el duelo y después buscaré toda mi vida al que me cagó la vida y se la voy a cagar a él. Eso no impide que yo siga pensando que tanto él como yo seremos víctimas de un sistema injusto y perverso, que gente como ustedes, anónimos del post anterior, ayudan a que sea todavía peor.

lunes, 16 de marzo de 2009

Inseguridad


Caro, amor, andate a la reputa madre que te parió, vos, tu familia y toda tu descendencia de acá a 500 años, la reconcha puta de tu madre. Puta de mierda. Andás en un auto blindado por la calle y te quejás, pedazo de comeverga, ¿a quién te comiste, además de los kilómetros de verga que tenés encima? Pero andate y no vuelvas más, y por favor no nos dejes a nadie, no te olvides de llevarte hasta el perro sucio que debés tener en tu casa. Tengo-los-huevos-al-plato-de-los-famosos-que-se-quejan-de-la-inseguridad. Manga de giles, se llenan de guita poniéndole mierda en la cabeza a la gente y después se quejan de que esos mismos descerebrados les quieren robar. Giles, váyanse a cagar, hagan algo inteligente, pedazos de sorete, que no sea sólo hacer guita, y el día que los roben comansela, como nos la comemos todos los días los que no tenemos alarma, ni auto blindado ni nada, y que somos las verdaderas víctimas de la mierda que nos dan todos los días por la televisión.

lunes, 9 de marzo de 2009

Moncho


Ya conté de algunos personajes de mi barrio. Pero nunca les hablé del Moncho. Vivíamos sobre la misma vereda, varias casas de por medio. El tema es que el Moncho era mayor que nosotros, no se daba con los pibes del barrio. Tenía amistades en otros lugares, andá a saber dónde, porque con nosotros sólo pintaba cuando se prendía en algún picadito, los sábados a la tarde. El hermano menor del Moncho sí era gomía. Un día, festejando el cumpleaños de mi amigo, vi bailar rocanrol al Moncho, y me marcó para siempre. Era medio gordito, cachetón, pero con una ductilidad para bailar que nunca más volví a ver. Es decir, vi bailar rocanrol de mil maneras diferentes, pero yo adopté la forma del Moncho. Tranquilo, y en cada vuelta la que se lucía era la mina. Medio parecido al tango en ese sentido. Un placer verlo bailar al Moncho. Pero la historia que quería contar no iba por ahí. Años después, ya más grandes, tuvimos más confianza. Y un día me contó su historia. El Moncho no tenía novia, es decir, cada tanto salía con alguna minita, pero ninguna le duraba, con lo que le costaba encarar. En fin, el Moncho se acostumbró a frecuentar algunos kilombos, en donde no tenía que pensar cómo encarar a una mujer. Sólo bastaba con hacer una seña y, ya en la piecita, arreglar las condiciones. Se fue acostumbrando a las putas y, aunque después ya tenía novia oficial, igual cada tanto se mandaba una visita a algún sauna. En Constitución conoció a una de estas señoras de la calle. Se hacía llamar Zulema. Era una señora alta, rubia, buenas tetas y decía que tenía una hija adolescente. Acusaba 40, pero Moncho le daba al menos 10 más. Aun así, estaba buena, y para él también habían pasado los años. Por suerte, en el camino había perdido algunos kilos, que después recuperó; pero ésa es otra historia. El tema es que, ya con mina oficial y fecha de casorio fijada, el quía ya no andaba tanto por los tugurios, y se limitó solamente a visitar a Zulema cada tanto. Pasaba por la calle Salta, Garay, alguna de ésas, si la veía le hacía una seña y caminaban hasta el telo hablando de la novia de Moncho, o de la hija de ella, o de política, o de fútbol. Las relaciones sexuales, al principio, eran como todas las que tenían cliente y prostituta. Más bien fría, un gemido aquí, otro más allá... hasta que un día el Moncho, medio en pedo después de una despedida de soltero (no la de él), le pegó a Zulema una bajadaza al pesebre que Zulema casi se ahorca con la sábana. Una cogida de ésas que Moncho nunca había tenido con una puta. Ella, profesional al fin, le dio a entender a él que había fingido. Las pelotas, pensaba Moncho, acabaste como la mejor. Moncho siguió su noviazgo camino al matrimonio pero los encuentros con Zulema nunca cesaron. Ella le cobraba medio por compromiso, incluso los últimos tiempos tenían que arreglar encuentros por teléfono porque ella ya había dejado la calle. A veces, de costumbre, caminaba por Salta y Garay, siempre algún gil picaba y ella se hacía una moneda más. Por ahí caía Moncho y además de ganarse un mango la pasaba bien. Un día Moncho, pocos días antes de casarse, quería aprovechar ver a Zulema para cuando viniera la veda del matrimonio. Y no la encontró. Y se le cruzó una paraguaya con un culo hermoso y unas piernas divinas. Viejita como le gustaban a él pero fortachona. Ma sí, se dijo, me hago un tirito con esta veterana para sacarme las ganas. Se fue al hotel de siempre, hizo lo suyo y cuando salió la encontró a Zulema parada en la puerta, como siempre, como hacía más de 40 años. A ella le brillaron los ojos, pero no lloró, no se puede decir que sea un llanto. Las mujeres como Zulema dejan de sentir tristeza o dolor muy chiquitas, tal vez en la adolescencia. El sólo atinó a decir: te busqué, dónde estabas? Con tono de reproche, ella contestó: estaba por acá, no me viste? No, no te vi, se disculpó él, casi sintiendo que era infiel. Daaaaleee, le dijo ella, con la voz entrecortada, ya mirando para otro lado y prendiendo el enésimo pucho del día. El Moncho se dio la vuelta y se fue. Años más tarde, tomando unos vinos, me dijo que nunca más pasó por la esquina de Garay y Salta. Me dijo que le daría mucha vergüenza encontrar a Zulema. A vos te parece, Peralta, te parece que le haya sido infiel a una puta? Y qué sé yo, Moncho, era tu mina y vos su macho. Lo que pasa es que nunca lo hablaron. Y sí, yo siento eso, me dijo el Moncho. Nunca hubiéramos llegado a nada –la mina ahora debe andar por los 60– pero teníamos una relación. Me parece que le falté el respeto, y nunca lo pude arreglar. Vamos ahora, Moncho, medio en pedo como estás le pedís disculpas si la encontramos. Qué sé yo, te parece? Y allá fuimos. Y ahí estaba Zulema, paradita en la esquina de siempre, mucho más vieja y deteriorada. Tanto que el Moncho no se animó a encararla. Zulema no nos vio, los autos pasaban y le tocaban bocina. Ella no los miraba. Si no fuera que me parece imposible, juraría que lo estaba esperando al Moncho.

jueves, 5 de marzo de 2009

Menazame!!!


La linda de Vicky Donda denunció estos días que fue amenazada por los gurkas de siempre. Le dijeron algo así como "si venís a Tucumán te boleteamos". Ahora, digo yo, viendo esta foto, no le dijeron nada que no le hubiera dicho cualquier bien nacido: nena, si pasás a media cuadra te hago la boleta, te hago. En fin, que la Vicky da para todo, para amenazarla, para llamarla, boletearla, volverla a llamar, y así por un rato largo.