miércoles, 22 de octubre de 2008

Una marca en la cacha del revólver


La Negra Mónica no era una mina del montón. En el barrio no cualquiera se le acercaba. Era mayor que todos los pibes de la cuadra y, a diferencia de otras minas, de la Negra nadie hablaba como de las otras. Nada de "a esta la chupo toda", o "me la como con dulce de leche", nada de eso. Mónica era una dama. De los chabones más grandes del barrio, pocos eran los que podían chapear con ella. Con cada novio que le veíamos, decíamos: con éste se casa. Porque ella no era de andar con cualquiera. Sin embargo, más tarde o más temprano, la Negra terminaba sola. De todas formas, con semejante mina solo era cuestión de tiempo. "Morocha de labios gruesos por no decirte negra jetona", le largó el tano una vez. Nosotros salimos corriendo porque pensamos que nos iba a rajar una puteada. La Negra se paró, le sonrió con esa sonrisa que podía derretir el Perito Moreno y le explicó al Tano que ésa no era forma de tratar a una mujer. "Tano, acordate, a las mujeres nos gustan los hombres sensibles, que nos entiendan, que nos traten dulcemente. a esos hombres las mujeres entregamos nuestro corazón. Vos sos un lindo pibe, y cuando seas grande vas a ver que si hacés esto que te digo, las minas van a morir por vos." El Tano, todo colorado, le dijo: "gracias Mónica". Ella le dio un beso, revoleó su cabeza llena de rulos y se fue. "Cuando se agachó a darme un beso, le miré las tetas", dijo el Tano como todo comentario. Las tetas de la Negra Mónica eran cosa seria, y no era cuestión de desaprovechar la oportunidad. Y el Tano había aprendido una lección, pero bueno, la carne es débil.
Cuando me fui del barrio la Negra Mónica todavía estaba soltera. Detrás de la búsqueda de ese caballero se le iba la vida. Mientras tanto, cada uno que estaba con ella se encargaba de hacérselo saber a todo el mundo. Claro, era mina para darse dique. Nunca entendí por qué los tipos necesitan contarle a otro cuando están con una mina. Y aunque pude haberlo hecho, siempre me pareció de poco hombre. Y que las minas lo hagan, no sé, allá ellas. Los tipos no deberíamos hacer esa boludez. Ahora tal vez no sea tan grave, pero en una épocaa una piba que simplemente ejercía su libertad saliendo con dos o tres pibes en poco tiempo, tal vez esos comentarios le hacían una fama inmerecida. He conocido pibas que les habían hecho fama de fáciles y qué sé yo, y las minas nada que ver. Ahora eso cambió, pero aun así habría que tener cuidado. Bueno, a la Negra Mónica le pasó un poco eso. Y cuando trascendió que la mina era una dama y todo eso, cada uno que se le acercaba parecía el duque de Edinburgo, pero después que la Negra pasaba por la catrera, todo cambiaba. Se transformaba, como ella me dijo alguna vez, en una marca más en la cacha del revólver.
Como dije, me fui del barrio y por muchos años no la vi. La reencontré tiempo después en una feria artesanal. Algo muy loco. Habían pasado algunos años, yo era un joven inexperto y ella toda una mujer, todavía sola. Casi sin querer me sedujo y terminamos en un telo. Nos vimos varias veces más, pero nunca, nunca, nos dijimos nada de nada. Era un acuerdo tácito que nuestra relación no pasaria de ahí, de esa cama, de ese hotel. Nunca supe por qué. La diferencia de edad, al fin y al cabo, no era tanta; podríamos haber construido alguna relación. Pero no.
Un día, prendió el pucho y me dijo: sabés lo que me pasa? que cuando estoy con vos, siento que estamos los dos solos, y que no vas a ir a contarle a nadie que estuviste con la Negra Mónica. Porque al fin y al cabo lo único que logré estos años es que cada tipo con el que estuve corriera a contarle a sus amigotes. Y yo al tipo que hace eso lo tengo que dejar, entendés? Eso no es de caballero...
Sus ojos llorosos, por primera vez, me delataron su infinita tristeza. Quise ayudarla, meterme más en su vida, pero no me dejó. "No, dulce, me dijo, vos sos esto; es lindo estar juntos, pero así son las cosas". Al poco tiempo dejamos de vernos, tan silenciosamente como nos habíamos encontrado.
Hace unos meses volví al barrio. Me la crucé en una esquina. Nos abrazamos y ahí nomás me llevó a la casa a tomar mate. Después de contarme lo bien que le iba profesionalmente, de contarme chismes del barrio y demás, me dijo: sabés que nunca me arrepentí de no volver a verte? Bueno, Moni –le dije–, pensé que había dejado algo más fuerte en vos... No, no, no te confundas. No me arrepentí pero no por eso, sino porque fuiste sincero, y nunca me lo dijiste pero me quisiste mucho. Siempre pensé que de haber seguido juntos se hubiera roto ese hechizo. Y entonces hoy estoy contenta de guardar ese lindo recuerdo de la relación con vos. No me enamoré de vos y sin embargo sos el hombre que más dulcemente recuerdo. No supe qué decir ante semejante confesión, que además no estaba cargada de ninguna insinuación. Era simplemente lo que ella pensaba.
–Pero Moni, vos seguís siendo hermosa, no te podés resignar a estar sola...
–Puede ser, sí, pero hoy sé que cada vez que estoy con un tipo no soy otra cosa que una marca en su vida. Es como que me resigné a ser eso que te dije una vez: una marca en la cacha del revólver.
Apuré el último mate, la abracé muy fuerte y me despedí. Mientras manejaba hacia mi casa pensé: algo no anda bien en las relaciones humanas.

10 comentarios:

Ajenjo dijo...

Obviamente algo no anda bien en las relaciones humanas. Necesitamos mas psicoanalistas. Ah, no ¿no? mejor no.

Peralta, se está poniendo sensible y melancólico ¿está bien?

slds
A

Recetaria dijo...

NADA anda bien en las relaciones humanas...

Aguilucho dijo...

Este post es muy bueno por muchas razones. Incluso podría haber terminado con la historia del Tano, y también estaría muy bien.
Pero lo mejor del post, es que según se presenta la historia está claro que después de "–Pero Moni, vos seguís siendo hermosa, no te podés resignar a estar sola..." hubo garchazo.
Pero claro, siguiendo el hilo del relato, es imposible que Peralta lo confiese. Incluso es probable que conteste estas líneas con una desmentida.
Brillante.

DEB dijo...

Me da un poco de miedo tanto desencanto y sobre todo esa resignación...

Ulises Dumond dijo...

qué grande, hijo e'tigre, ¿dos mates al hilo?
Qué le va a hacer, los tanos son así
Muy bueno esto, Peralta, podrían haber sido más de dos publicaciones. La flexibilización lo traiciona. Ji.

damoslastima dijo...

Al fin y al cabo, termino siendo una marca mas en la cacha del revolver...

ani. dijo...

enternecedor, peralta.
una pena que la dama no haya comprendido que tal vez era ud. el caballero que esperaba...

Anónimo dijo...

Muy graciosas las intervenciones masculinas!!! Pero como yo soy chancleta, sigo en la misma tónica de las chicas y opino: ella fue la primera en creer en ese destino sin salida, y para allá fue, derechito. Ningún Peralta le habría torcido el camino, salvo una amnesia irreversible.

anonimabap dijo...

No creo en el destino, en tal caso una concatenación de malas decisiones de las que hay que hacerse cargo. Ser víctima suele ser tanto más fácil, que a veces se prefiere la pereza de sufrir.

Anónimo dijo...

Lo importante es que ELLA creía en el destino, sólo necesitaba confirmarlo con nuevas frustraciones. Yo creo que las decisiones se toman en base a creencias y modelos, que pueden ser sustituidos por otros más sanos si hay contacto con la realidad y capacidad de rever y modificar.
Supongo que lo que nos angustia de esta historia es el convencimiento de fatalidad en Mónica. Leí esta historia cuando aún no se habían mandado comentarios, y me sentí realmente mal; sólo las intervenciones en tono de broma me aflojaron.