domingo, 7 de septiembre de 2008

Un boxeador de la calle


Se llamaba Néstor, no importa el apellido. Digo se llamaba porque no lo vi nunca más. Pero nunca olvidé la historia que voy a contar, que es pequeñita pero que marca a fuego nuestra vida. Tuve la suerte de comenzar la escuela secundaria en un buen colegio de la zona sur del Gran Buenos Aires, a pesar de que yo venía de los medios fondos, y el protagonista de esta historia, directamente de los bajos fondos. Ambos éramos humildes, y en un colegio ubicado en pleno centro de esa ciudad grande en la que vivíamos, más bien nos fuimos acercando por nuestra condición social. Ambos nos asombrábamos cuando íbamos a estudiar a la casa de algún amigo e ingresábamos en una mansión de dos plantas con escalera de madera y dos o tres baños. Para nosotros eso era ser rico. Después aprendí que así viven los profesionales de clase media. Pero eso no importa. Lo que quiero contar es que Néstor, a diferencia mía, era un gran peleador. Seguramente, allá en su humilde barrio, tuvo que abrise camino a las piñas. Tan humilde era Néstor que caminaba mirando siempre el piso, con los ojos bien abiertos. Un día le pregunté por qué. Y me dijo que en el suelo siempre se encuentran cosas, y que por eso él caminaba no mirando hacia abajo sino directamente buscando algo. Y era cierto, por lo menos dos veces caminando conmigo encontró plata. Néstor era bueno peleando pero no le gustaba mucho pelear, sólo lo hacía, digamos, por "necesidad". Como sabemos, en el secundario las peleas no se arman entre dos personas, sino que son los demás, especies de "padrinos" que van con el lleve y traiga para calentar a los contendientes. Y a Néstor le inventaron una pelea con Ernesto. Ambos eran mis amigos, pero bueno, la pelea estaba armada y allí fuimos, a la plaza, a rodearlos a los dos mientras se cagaban a bollos. Ver pelear a Néstor era un placer. Antes de Gustavo Ballas, la primera persona que vi pegar retrocediendo fue precisamente Néstor. En esas peleas callejeras él siempre mantenía distancia (tenía brazos largos, que lo favorecían, claro), y cuando el otro se le venia encima daba el paso atrás y sacaba la zurda, todo en un mismo movimiento. Nunca era él quien atacaba, siempre se defendía pegando, pero pegaba siempre, hasta que ganaba de tantas piñas o cuando llegaba algún mayor a separar. A Ernesto le pegó dos o tres trompadas nomás, hasta que Ernesto, buena persona como era y poco afecto a las peleas también, paró la pelea y dijo, simplemente, "me ganaste", agarró sus cosas y se fue. Esto sucedió un viernes, y el sábado se apareció Néstor por mi casa. Me dijo: che, acompañame a lo de Ernesto, le quiero pedir disculpas, yo no quería pelear con él. Y allí fuimos, hubo un pedido de disculpas, un darse la mano, y esa tarde la pasamos los tres juntos, haciendo no sé qué gilada, como tres grandes amigos. En esa época yo no sabia cuánto me enseñaron la hidalguía de Ernesto (que supo en qué momento abandonar) y el don de gente de Néstor, que fue a pedir perdón cuando no tenía necesidad (había ganado la pelea). Hoy sé que ellos dos me enseñaron mucho, por supuesto sin proponérselo. Lo triste es que repetí el año y nunca más los vi. No sé si hubiera aprendido mucho más, pero esa lección de vida no me la olvido más.

11 comentarios:

ani. dijo...

me gustó mucho. Tiendo a creer que las personas que cruzamos por el camino tienen una razón (desconocida) para estar ahí, y también para desaparecer habiéndonos dejado aquéllo que vinieron a enseñarnos. Y me gusta la gente que atesora lo aprendido.
Un saludo, peralta.

Aguilucho dijo...

No Peralta. Otra vez no. Y mil veces no.
No queremos historias donde el que las cuenta (usted) aprende algo; donde el protagonista sale de la anécdota mejor de lo que entró; donde hay gente que a pesar de las adversidades puede tener una conducta ética. No.
Yo pensé que Néstor iba a ir con usted a ver a Ernesto, y lo iba a cagar a piñas otra vez mientras usted aprovechaba para toquetear a la hermanita.
Piénselo.

renegado dijo...

Siempre por alguna razón escondida nos cruzamos con sucesos, actitudes, personas, en nuestras vidas, que algún lejano día nos sirven para algo. A Ud peralta no sé de donde mierda lo saqué pero así tenía que ser por lo visto. Yo soy de acá, del interior, pero crecí parte en caballito, en el mariano moreno, y recuerdo cosas parecidas, y también de militancia en ese lugar. Hay entradas que son inolvidables.

Anónimo dijo...

Cada vez que me peliaba con alguien y ganaba terminaba llorando como un pelotudo, no se si tanto por los nervios como por haber tenido que pegarle a un amigo. Es raro, pero mis peores peleas a piñas fueron con mis amigos más queridos, tiene que haber mucha confianza mutua para poder cagarse a trompadas.

El Doc 9 dijo...

lastima q no agarro los libros Peralta y tuvo que repetir, porque esos dos, seguro que le enseñaban otras cosas. Esta el debate de los códigos de barrio, que son , existen o no?, yo creo que si, y los defiendo a morir; soy un producto de ellos, por eso me emocioné con este material, puta che. yo tambien conoci a mi Nestor y Ernesto... y algo más, yo tambien ando a veces mirando el piso; mas de una vez me encontre algo que luego regale, abrazo Peralta

Anónimo dijo...

Recién llego a su blog y me ha gustado bastante, seguiré pasando, Peralta.
Reciba un saludo desde Don Blog Pérez.

Anónimo dijo...

Bueno, don Pérez, le agradezco la visita. Será retribuida

DEB dijo...

Hace mil que no le comentaba porque (ninguna novedad) andaba medio ordinario usted. Pero que bonita historia Peralta! Me emocionó y no le haga caso al aguilucho, cada tanto una historia emotiva casi casi lo hace parecer sentimental...

Arqueros Sin Manos dijo...

¿Y Carlitos Monzón, Peralta? No diga que no vio pegar retrocediéndo a Carlitos Monzón, antes que al bobo de Ballas, que fue a asaltar un kiosco con un tenedor y en vez de retroceder pegando retrocedió rajando, y para peor lo agarraron. Por otra parte, nos parece que su historia sobrevalora la actitud de Néstor. El tipo fue a pedirle disculpas al otro, muy bien, felicitaciones, qué lindo... ¡pero antes lo cagó a bollos! ¡Y todo porque fue uno y le dijo "che, andá a cagarlo a trompadas a Ernesto"! ¡Un pelotudo! En lugar de eso, una buena actitud de Néstor hubiera sido fajarlo al que le fue a calentar el bocho y, de paso, pegarle un par de ñoquis a usted, que estuvo todo el tiempo ahí, de callado, mirando y sin hacer nada.

Anónimo dijo...

Deb, cuando quiera decirme algo lindo no se prive, eh, lacochasumá.
Bueno, arquero sin manos, primero, tiene razón con Carlos Monzón, pero a ese negro de mierda lo tengo tan negado que ni siquiera le reconozco esa virtud de pegar retrocediendo. Pero es cierto. Y el gran Nicolino también lo hacía, menos pero lo hacía. Respecto de lo otro, yo en mi barrio era lo más parecido al personaje de lentes en "La ley de la calle", de Coppola. Las malas lenguas dicen que ese personaje era el mismo Coppola. Bueno, yo era así, miraba todo y anotaba; pero no me hice tirar la goma por ningún pendejo y tampoco le pegué retrocediendo a nadie.

Anónimo dijo...

Admiring the time and energy you put into your site and in depth information you offer.
It's good to come across a blog every once in a while that isn't
the same unwanted rehashed information. Great read!
I've saved your site and I'm including your RSS feeds to my Google account.



Here is my website :: triton stainless steel bracelets